Es el buen discurso, el arte de la oratoria, el don de la palabra, el saber conquistar con la opinión, el reflejar con elocuencia y sentimiento el mensaje que queremos transmitir para hablar en público con eficacia. Como manifestó Pericles “El que sabe pensar, pero no sabe expresar lo que piensa está al mismo nivel del que no sabe pensar”.
La creciente importancia que alcanzan los actos organizados, ya sean gubernamentales, institucionales, empresariales, o de otra categoría, exigen el desarrollo de una herramienta de imagen y comunicación que permita, en su preámbulo, la presentación del acontecimiento que se va a producir. El discurso es el medio que lo permite, proyectándose en el mismo los valores personales o corporativos que el orador representa. El alto ejecutivo, el directivo o el personal de una empresa o institución, debe servirse de aquel como una oportunidad para conquistar con su oratoria, no sólo la estimación colectiva y llamar la atención de su público, sino también para revelar su talento profesional para la comunicación externa.
El arte de la oratoria necesita de unas reglas básicas que marquen los procedimientos y formas de actuar que nos ayuden a saber expresarnos correctamente ante una audiencia determinada. En este sentido, el protocolo determina lo concerniente al modo de proceder, para que el orador pueda, con su exposición, no sólo conquistar con la opinión sino diferenciarse para persuadir a sus oyentes. De tal forma, dicha disciplina requiere el cumplimiento de una serie de factores que seguidamente paso a detallar.
El momento más adecuado para el discurso dependerá de su tipo. Tratándose de discursos pronunciados en una comida, existen dos posibilidades, pronunciarlo al inicio (prandial), o al término de ésta (posprandial). El discurso posprandial se iniciará un máximo de 5 minutos después de ser servidos en la mesa el café y los licores. En el caso de que éstos sean servidos fuera del comedor, se pronunciará al término de los postres. En los discursos pronunciados en otras actividades, actos y eventos, después de dejar pasar un tiempo prudencial de la hora prevista para su comienzo, y, de la llegada de las principales autoridades invitadas para la ocasión, la disertación es la que determina la apertura o inicio de los mismos.
El orden de intervención en los discursos. Afirmaba André Maurois, novelista y ensayista francés, que “es preferible la injusticia al desorden, porque el desorden es la injusticia misma”. Apliquemos pues, un orden en supuestos con más de un orador para proceder con un criterio ideal de corrección. En el caso de discursos en almuerzos o cenas, éstos habitualmente son dos, el del anfitrión y la respuesta del invitado de honor. Tratándose de discursos fuera de comidas, la regla general en el orden de intervinientes es que inicie la persona de menor rango y concluya la de mayor categoría. Así lo expresó el Embajador D. José Antonio de Urbina cuando afirmaba que “el orden de los discursos ha de ser opuesto al de la importancia del orador”. Aunque debo recalcar que esta regla no es absoluta, pues dependiendo de cada supuesto, puede darse una variación en dicho orden por razones de categoría, organización o de otra índole. Sirvan como ejemplo, los casos en los que el primer orador es una autoridad o personalidad, al ser los moderadores del acto. O los casos de actos de homenaje en honor de un miembro de una empresa y los Honoris Causa, en los que intervienen en último lugar los homenajeados como gratitud. En los supuestos de discursos múltiples, es usual la existencia de un presidente del acto que proceda con una breve intervención para abrir la ceremonia, cediendo la palabra a los sucesivos intervinientes de menor a mayor categoría para finalizar cerrando el acto.
La salutación. Una vez iniciada la oratoria, nos hemos de dirigir al público presente, para, mediante el saludo agradecer su asistencia. Es éste una parte sustancial en todo tipo de actos. Así mismo, debemos mencionar expresamente a las personalidades y autoridades presentes procediendo a nombrarlas de manera contraria al que sería el orden de intervención en discursos, es decir, de mayor a menor rango o categoría. Los nombraremos por su tratamiento y su cargo y nombre, pudiendo también sólo referirnos al tratamiento y cargo para que resulte más corta la salutación, refiriéndonos posteriormente al resto de invitados y asistentes. Por ejemplo: Excelentísima señora presidenta de la Comunidad de Madrid Dña. Isabel Díaz Ayuso, Ilustrísimo señor alcalde de Madrid D. José Luis Martínez-Almeida, señoras, señores…Refiriéndonos sólo a su tratamiento y cargo podría ser: Excelentísima señora presidenta de la Comunidad de Madrid, Ilustrísimo señor alcalde de Madrid, señoras, señores…
Refiriéndonos a su estilo, se hace evidente la necesidad de saber cómo hablar en público con eficacia, puesto que nos dirigimos a un auditorio al que vemos y que nos ve y escucha. Empleemos la palabra haciendo un buen uso de ésta por medio del ensayo previo de nuestra intervención; de la brevedad en nuestro discurso, y no me refiero a hablar poco tiempo, sino el justo y preciso para la transmisión de nuestras ideas; de la claridad en nuestro mensaje, expresándonos con concreción y precisión, evitando tecnicismos que obstaculicen la comprensión y de la naturalidad y sencillez en lo que decimos. En nuestros gestos, seamos sencillos, moderados, utilizando ademanes que sean de uno mismo, propios, y no exagerados. Consideremos a los oyentes como amigos para facilitar nuestra oratoria y eliminar nuestra inquietud. Por último, cuidemos nuestra apariencia, prestemos atención al vestir, nuestra indumentaria ha de estar en conexión con el acontecimiento en cuestión, el lugar, la hora y las personas que allí se encuentren.
“La gente olvidará lo que dijiste, olvidará lo que hiciste, pero nunca olvidará cómo los hiciste sentir”. Así lo expresaba la escritora y activista por los derechos civiles estadounidenses, Maya Angelou, aludiendo a que el buen orador ha de persuadir no solo con la palabra sino con los sentimientos. Estos son los que, al fin y al cabo, enlazan memoria y recuerdos.
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