Dado que en ocasiones se cuestiona su relevancia y conveniencia, y en otras muchas, se cataloga incorrectamente o se desconoce su correcto uso, considero que, respecto al protocolo, debe reflexionarse en cuanto a su significado y la utilidad que representa. Hay quienes no le conceden valor alguno tomándolo como algo innecesario y molesto. Éstos son los que más lo justifican cuando, llegado el momento, no se les conceden las atribuciones que merecen, porque curiosamente, adquiere una considerable relevancia en las susceptibilidades de las personas. Como muy bien afirmaba Sabino Fernández Campo, antiguo jefe de la Casa de Su Majestad el Rey de España, “de la ausencia total del protocolo al imperio absoluto de la grosería no hay más que un paso”.
En sentido opuesto, hay quien estima la fiabilidad de dicha disciplina, otorgándole la trascendencia que, por su enorme utilidad, requiere. Es éste un instrumento facilitador de las relaciones humanas, que se ocupa de nivelarlas y moldearlas favorablemente para adecuarlas al nivel de excelencia que precisan, contribuyendo también, al buen orden de las cosas. Su propósito es que aquellas actividades en las que influye se realicen de forma acertada pues su fin último es la resolución de problemas, no lo contrario.
Su flexibilidad permite orientar el acto a celebrar adaptándolo a cada situación en particular, pero teniendo en cuenta cuando sean necesarios, los criterios y directrices establecidas en su normativa, para asegurar la eficacia de la acción a realizar. Supone además la traslación escrita de la educación y la cortesía, siendo, por tanto, reglado y encontrándose plasmado en diferentes preceptos legales, y como opinaba Sabino Fernández Campo, “la observancia de unas normas protocolarias condiciona los comportamientos para adaptarlos a un concepto ideal de corrección”. Existe, por tanto, una praxis jurídica que se agrupa en materias específicas, dependiendo del sector en el que influya. Siendo destacables en el caso de España, La Constitución Española de 1978; y por ejemplo en el ámbito oficial, entre otros, el Real Decreto 2099/83 por el que se aprueba el ordenamiento general de precedencias en el Estado; o la Ley 39/1981, de 28 de octubre, por la que se regula el uso de la bandera de España y el de otras banderas y enseñas etc. En el ámbito militar, cuyo marco legal destacable incide fundamentalmente en la Ley 85/1978, de 28 de diciembre por la que se aprueban las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas, y Reales Decretos respecto a los Tres Ejércitos, destacando también el R, D. 834/1884, de 11 de abril, por el que se aprueba el Reglamento de Honores Militares. Y un largo etcétera, en el que se desprende la relevancia e influencia de las normas protocolarias en ámbitos muy dispares.
Así lo definió el Embajador D. José Antonio de Urbina, “Protocolo es aquella disciplina que con realismo, técnica y arte (pues tiene de las tres cosas) determina las estructuras o formas bajo las cuales se realiza una actividad humana importante”.
Es incuestionable destacar su vigencia y necesidad como herramienta sustancial en cualquier tipo de contexto:
El protocolo como facilitador del ámbito oficial, se encuentra revestido de un ceremonial que viene determinado en diferentes disposiciones legales para dar un tratamiento distinguido y una ordenación protocolaria correcta a las numerosas autoridades y personalidades que lo conforman, así como un acertado empleo y uso de las insignias, himnos y otros elementos oficiales.
El protocolo en el ámbito profesional es indispensable en el complejo mundo de los negocios pues otorga las herramientas necesarias para acometer con éxito cualquier tipo de actividad corporativa. En este sentido es imprescindible, por ejemplo, en negociaciones internacionales para saber abordar los negocios con personas de otras culturas y tradiciones. ¿Queremos entablar negocios con un japonés? El protocolo nos da el guion preciso para culminar con éxito la negociación; ¿Sabemos cómo organizar una asamblea de accionistas, o gestionar la visita de cualquier autoridad o un alto cargo a la empresa? El protocolo ejerce como factor determinante para dar imagen y representatividad. En este contexto influirá en un sinfín de actividades, en los que su conveniencia siempre estará presente.
El protocolo en el ámbito privado dada la inexistencia de normativa, se caracteriza por el uso acertado de una conducta social regida por actitudes de cortesía y disposiciones generales de la relación social. Imperando en todo caso, el sentido común en cada circunstancia. Comprende el arte del saludo, la buena presentación, el trato adecuado, la habilidad en la conversación, el éxito en la organización de eventos privados, banquetes y otros muchos aspectos relacionados con la educación y el saber estar.
El protocolo, por citar otros ámbitos como el diplomático, académico, militar, religioso o deportivo, por ejemplo, determinará las estructuras bajo las cuales se deben realizar y cómo organizar las actividades propias y relativas de cada especialidad. Si se trata de un evento de carácter deportivo el protocolo en este ámbito ayudará por ejemplo en la acertada distribución de las diferentes autoridades asistentes al palco correspondiente; en el orden de las tribunas oficiales, la presidencia de autoridades, colocación de banderas, entrega de trofeos, orden de himnos etc. En un ámbito de carácter militar, estaremos hablando en el caso de España, de protocolo y ceremonial en las Fuerzas Armadas españolas, regido fundamentalmente por la celebración actos solemnes y aquellas coyunturas en las que el protocolo está presente, por ejemplo, en el acertado uso de la uniformidad y condecoraciones. En un ámbito universitario, influirá en ceremonias de apertura y clausura de curso académico, actos de doctorados etc., y en éstos, la uniformidad de traje académico, tratamiento a autoridades universitarias, puestos protocolarios y demás aspectos fundamentales en las solemnidades académicas.
Concluyo compartiendo las acertadas palabras de Charles Maurice de Talleyrand, obispo, político y diplomático francés, concernientes al desconocimiento de aquellos que no conceden la trascendencia y utilidad que esta disciplina merece: “Sólo los tontos se burlan del protocolo. Simplifica la vida”.
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