La ética es una cuestión de enorme actualidad. Debemos reconocer visibles avances en relación a su protagonismo, aunque todavía está ausente en innumerables empresas en donde prevalecen afanes lucrativos, intereses particulares, carencia de transparencia, maltratos laborales, promoción engañosa de productos y/o servicios, entre otras acciones, que muestran los retos pendientes acerca de esta temática.
Si laboramos en entidades con un desenvolvimiento al margen de miramientos éticos, observaremos frecuentes situaciones de abuso de poder, conflicto de intereses, nepotismo, soborno, lealtad excesiva, falta de dedicación, deshonestidad, abuso de confianza, encubrimiento y múltiples anomalías lesivas en el orden interno y externo.
No obstante, la ética debe adaptarse a las peculiaridades empresariales a partir de las diferencias existentes en su quehacer principal, número de trabajadores, ámbito de operaciones, sistema legal, etc. De allí la necesidad de implementar los criterios de integridad en función de su realidad. Es posible construir estrategias ajustables a cualquier negocio interesado en tornarse ético.
Su inclusión comenzará definiendo su visión, misión, valores y políticas. Los valores corporativos difieren en cada compañía. Su precisión es el primer paso para edificar la organización; forman parte de la cultura y delimitan los aspectos y las ventajas comparativas que guiarán su desarrollo. Muestran sus creencias de manera compartida, estipulan el comportamiento y se orientan en concordancia con sus planes de actuación.
Es indispensable que coexista, por parte de los directores, la convicción sincera de su interiorización. Esto requerirá, en ciertos casos, de transformaciones fundamentales en sus procesos. Su liderazgo y empeño permitirá la adopción de esta iniciativa como propia: se recomienda predicar con el ejemplo. Tengamos en cuenta que la ética está presente en cada decisión adoptada y, por cierto, cuando más alta es la jerarquía mayor será el componente ético.
Al actuar en concordancia con las reglas establecidas, los empleados se sentirán impulsados a proceder de igual modo. Por el contrario, al omitir sus deberes y estar por encima de los postulados instituidos, exhibirán negativas o contradictorias prácticas que influirán en el grupo humano a su cargo. Aplicar criterios transversales y ajenos a diferencias jerárquicas es un factor inequívoco para su éxito.
La ética va más allá de evitar prácticas ilegales o sancionar procedimientos, involucra fomentar un ambiente caracterizado por líderes capaces de representar pautas referenciales, de reforzar los valores en el día a día y efectuar tácticas encaminadas a reforzar las posturas deseables, a fin de alcanzar el bien común. En síntesis, ésta debe entenderse como parte activa de su marca.
Es imprescindible enfatizar que un profesional despliega un conjunto de principios inherentes a su estructura individual. Es decir, cada persona los adopta en los variados escenarios de su interacción. Elegir un colaborador con criterios morales coincidentes con los exigidos por la compañía, será concluyente para prever su actitud. Es imprescindible líderes que conlleven un permanente ejercicio de hábitos orientados a constituirse en modelos inspiradores.
Otro aspecto significativo es el Código de Ética. Es un mecanismo cada vez más utilizado a fin de establecer los cánones que caracterizan el proceder de sus miembros. Además, en concordancia con sus valores, detalla las conductas que no pueden ser toleradas, auxilia en la resolución de conflictos o dudas, coadyuva en la creación de una óptima imagen e incrementa el sentimiento de identificación e integración.
Aconsejo diseñar un sistema efectivo de divulgación de actividades y proyectos para compartir con su público interno, clientes, sociedad y gobierno la información de sus logros, planes futuros y aportaciones a la comunidad mediante sus programas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Una compañía transparente mantiene canales veraces de comunicación que contribuyen a su excelsa reputación.
La ética coincide y complementa el anhelo de obtener prestigio, confianza y credibilidad. Soslayemos concebir su ejercicio como un gasto opuesto a la obtención de legítimas ganancias económicas. Es pertinente comprender su valía en las nuevas inversiones, en la fidelidad del comprador, en el devenir de los trabajadores, en el clima laboral, en el aumento de su rentabilidad y en la exitosa presencia en el mercado.
Una vez más, reitero: su aplicación no entraña dejar de lograr beneficios económicos a medio y largo plazo. Facilita la creatividad, la innovación y posibilita encaminar el desempeño dentro de un marco de directrices. Es un elemento central que realza e influye en la conciencia social. Vienen a mi mente las expresiones del abogado y académico Michael Josephson: “La ética no es una descripción de lo que las personas hacen; es una prescripción de lo que todos debemos hacer”.
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